(Mis valores)
Tengo claro que, en la sociedad en la que AHORA vivimos, existen carencias urgentes pendientes de ser atendidas. Tanto es así, que resulta difícil, a veces, decantarse por una o por otra labor social, cuando mi decisión consiste en aportar algo positivo que alivie a los más desfavorecidos y trate de crear un mundo mejor. Basta con encender el tv a la hora del parte de las noticias, para llegar a tener la sensación de que el desamparo está a la orden de nuestros días, sobre todo para ese tanto por ciento tan elevado y cada vez mayor de personas sin recursos.
Llegó la pandemia (COVID-19) y, con ella, el peligro para uno de los sectores más frágiles y desprotegidos; Nuestros mayores. Y sabiendo de la aniquilación segura que el virus acometía al entrar en contacto con ellos, además de la soledad que les afecta, como resultado de la obligada distancia social para protegerlos, empaticé con este hecho.
Para mí, este grupo llamado “Tercera edad” simboliza un gran legado. Son el resultado de la supervivencia, la superación de épocas difíciles en la historia, no solo de la humanidad, sinó de nuestro árbol genealógico más reciente. Aquellos que después de vivir guerras, postguerras, déficit económico, inmigraciones y lo que conlleva todo ello, pensaban que hoy ya estaban a salvo. Son nuestro “ayer” presente en nuestro “hoy”. Y siempre, no solo ahora, me han merecido gran respeto y admiración ya que entiendo que nosotros somos el resultado de su paso por la vida.
Pensé más concretamente en mis padres y en la inmensa suerte que tienen, que tengo yo de tenerlos sanos y salvos, por el momento. Soy la pequeña de 4 hermanos, y en mi niñez disfruté de las historias de mis mayores (jóvenes por aquel entonces como yo ahora). Hoy trato de inculcarle a mi hija el valor de la familia, reflejado para mí en un sinfín de recuerdos, entre ellos aquellas noches en las que no podía dormir, y una dulce voz familiar me relataba una historia. Siempre al final del cuento me esperaba una moraleja que ayudaba, no solo a disipar mis miedos, sinó también a crear las aptitudes con las que luego afrontaría mi vida.
Valoro mucho la compañía de mis mayores, de compartir el tiempo con un café, o simplemente saber que podemos contar aún los unos con los otros…
ELLOS; “GRANDES AMIGOS”
(Su trabajo en consonancia con mis valores).
Por todo ello elegimos la ONG Grandes Amigos.
En 2019 acompañó a mayores dependientes en;
Madrid, Móstoles, San Fernando de Henares, Torrejón de Ardoz, Vigo, Donostia y Lasarte.
Consiguieron 81.696 horas de acompañamiento
Con 1.075 personas voluntarias
Acompañaron a 953 personas mayores.
PERFIL DE NECESIDAD;
Las personas mayores que forman parte de “Grandes Amigos” cada vez representan perfiles más diversos, aunque éste es el más habitual:
- Persona de 84 años.
- Que vive sola.
- Camina con inseguridad (bastón o andador).
- Derivada por Servicios Sociales o Centros de Salud.
- La necesidad que se cubre es la de acompañamiento en su domicilio (compañía, compra, etc…).
En definitiva;
AYUDAN A PERSONAS DEPENDIENTES.
…De las cuales El 67% fueron acompañadas en su domicilio y un 18% en residencias.
¿CÓMO ayudo a Grandes Amigos?
Soy ilustradora de cuentos infantiles. Y sé que una manera de aportar a esta ONG es facilitar recursos económicos que les permitan seguir cubriendo las necesidades de las personas a través de horas de acompañamiento.
Se me ocurrió;
“¿cómo puedo ayudar?”
Me respondí;
“¡Aportando lo que mejor sé hacer, dibujando para ellos!”
Pensé;
“¿Hay manera más bonita de ayudar que conseguir, con una ilustración de cuento, que la imaginación viaje y el lector viva una aventura que le lleve a una hermosa parábola?”
Volví a responderme;
¡Ayudar con la compra de un cuento, es la mejor manera que podía encontrar!
Así, de una mezcla de; Mis recuerdos, mis valores, de la conciencia de una necesidad social, del hallazgo de “Grandes Amigos” , de mi Don y mi pasión nacieron Alma Y Raspita, mi aportación al compromiso de mejorar este mundo que habitamos.